Han pasado ya casi treinta años, desde que el asesinato de mujeres prolifero en este país como lo hacen ciertos cánceres, exponencial y contaminando todo a su paso. Ese tumor que creció muy localizado, en una pequeña ciudad fronteriza y olvidada, se ha esparcido por todo el cuerpo del país. Desgraciadamente no ha sido lo único que ha metastatizado en México y en los vecinos países del triángulo dorado, en dónde los carteles se expanden de forma más y más nociva cada año, dentro de gobiernos que sin importar si se autodenominan neoliberales o populistas comparten la misma motivación, la de rapiñar el lugar que los vio nacer.
Terminamos el siglo XX y dimos comienzo a uno nuevo, bajo nuevas reglas, establecidas por jugadores crecidos en un mundo en constante cambio. Los nuevos jugadores impusieron estas pautas, sostenidos en gran medida en las nuevas tecnologías que brotan año tras año. En un mundo menos preocupado por las guerras externas, pero inmersos en una creciente amenaza ecológica y económica, que entre otras cosas ha movilizado oleadas de personas de un sitio a otro, en la búsqueda de mejores lugares, si no necesariamente para prosperar, en muchos casos, al menos para sobrevivir.
La ciencia vive un nuevo renacimiento por méritos propios, pero ayudados por el desmoronamiento de instituciones añejas, como la iglesia católica que se tambalea desde hace años por los numerosos escándalos de un preocupante gran número de sus miembros. La fe de las personas empezó a buscar nuevos objetos de idolatría, no era difícil que, en esta situación, la ciencia y las nuevas tecnologías ocuparan al menos en lo que va de este siglo XXI un espacio preponderante y de culto. En este contexto de radical cambio, el mundo se esta reestructurando, con dinámicas más terribles y menos empáticas, en medio de políticas cargadas de odio y separación, y en el que gobernantes déspotas y narcisistas se aprovechan para enriquecerse utilizando como justificación la persecución y exclusión de la que son objeto miles de migrantes en sus países de origen.
Carlos Cornejo plantea un escenario que para muchos pudiera parecer irreal, pero que en el siglo que vivimos no es en absoluto improbable, dando una posible respuesta a la sociedad civil, pero más importante, a las madres y padres de muchas mujeres que vivieron en Ciudad Juárez el final del siglo pasado y el inicio del actual sumergidos en el peor de los infiernos imaginables. Así también aprovecha para resaltar el nuevo negocio de separación de familias, que en la pasada administración de Estados Unidos ha hecho prosperar a unas cuantas familias y al presidente que estaba en turno con las cada vez más numerosas y menos controladas prisiones privadas.
